El nuevo disco de Las Bodas Químicas se llama "Juguete de Troya" y está disponible en formato físico y digital!
A la canción de rock se la puede explicar, decodificar, planear hasta el detalle. Pero nunca se sabe cómo resultará hasta que se deja escuchar. Su puesta en acción es elemental, donde sea: en una sala de ensayo, en un escenario, en un estudio de grabación. Es la misión estelar de toda banda, con su sonoridad, con su química, con sus cuerpos interactuando. A la canción de rock, entonces, hay que tocarla para saber qué pasa. Hay que vivirla, como una batalla, como un partido de fútbol. Con la estrategia sola no basta: ni para coronar un disco, ni para derribar Troya.
A esa gesta –de pensar la música sin coartar el nervio que la impulsa– se aferró Las Bodas Químicas, el trío que integran José Lavallen (voz y guitarra), Nicolás Daniluk (batería) y Andrés Tersoni (bajo). Y así le dieron forma y sentido a su nuevo álbum: Juguete de Troya. Once canciones que revelan la identidad de un grupo con ideas claras y energías certeras. Parece simple, pero no lo es: traducir en un disco lo que tres tipos son capaces de entregar en vivo. Para eso ajustaron engranajes y afirmaron decisiones. Se volvieron rotundos. Y aguardaron el momento justo.
Así, con más foco que tiempo, dieron con la clave del álbum: aprovechar su estímulo primigenio, ese que brota sobre el escenario, en beneficio de las canciones. Ellos lo describen como un proceso de “simplificación”, un trabajo que fue posible gracias a la labor del productor artístico: Ale Vázquez.
“Necesitábamos la visión completa de alguien que no fuera de la banda. Lo supimos de entrada. En el pasado nos habían aconsejado o asesorado parcialmente, pero esta vez era distinto: queríamos ser producidos con otra idea. Queríamos delegar y confiar al 100%.”
Vázquez asumió esa tarea. Reunía el historial: Massacre, Carajo, El Bordo. Y tenía el aval de Richard Coleman, que les dijo: “Me gusta trabajar con Ale, porque es capaz de escuchar música como lo hace cualquier persona, no sólo como lo hacen músicos, periodistas o entendidos”. José cuenta que la primera vez que el productor los vio no fue la mejor. “Vino a un show perdido, en una noche de lluvia, en el Salón Pueyrredón. Al toque terminó, le dijimos: ‘¿Te gustó? Porque hubo mal sonido, rollos con la batería que se desarmaba…’. Y él respondió: ‘Ya vi lo que tenía que ver. Laburemos juntos. Creo que son como dos trenes chocando: Sumo y Riff’.”
Tocar bien para sonar mejor. Concentrar el impacto. Depurar la descarga. Eso es lo que hizo Television cuando registró Marquee Moon. Y eso es lo que se escucha en Juguete de Troya. Se escucha a una banda que no necesita muchas horas de estudio para lograr semejante calidad de audio. Una banda que encontró la diferencia entre lo instantáneo y lo espontáneo. Una banda que perfeccionó su sonido, aunque ese perfeccionamiento no es otra cosa que la evidencia de su perfomance. Una grabación más corta. Y un trabajo previo, de ensayo y preparación, más largo.
José: “Este disco tenía que sonar más cercano al vivo de la banda, sin resignar nuestro gusto por el estudio de grabación. Hicimos unos demos y, con anticipación, encaramos a Ale, que comenzó a meterse en nuestra órbita diez meses antes de grabar. Hubo mucha preproducción, mucho tocar y tocar, muchas devoluciones”. Entonces todo –o casi todo– estaba resuelto de antemano. “Sólo dejamos algunas cositas sin resolver, adrede, para cerrar de forma fresca en el estudio”, completa.
El disco abre con “Compañero”, y enseguida se percibe la dinámica que destilan los mejores tríos. Es un sello que no se borra, aunque pasen los temas y varíen los climas. Batería y bajo maquinan velocidades y comulgan marchas compactas, de esas que se robustecen a cada paso. La guitarra disfruta del vértigo y ocupa espacios que parecían inhabitables: del rasgueo al arpegio, del riff al solo. Su planeo despeja nubarrones y pone al cielo en combustión. Y lo mejor es que nada –de todo lo que suena– está porque sí. Cada nota, cada arreglo y cada corte existen por algo.
De la fascinación por los cambios trata “Camaleón”: rock duro y áspero, al que pueden insertarle un oasis. Hay espíritu rutero, con pista para acelerar, de “Tres colores” a “Rock para Johnny”. Hay treguas a modo de balada (“Fácil y difícil”, “Loser de neón”). Hay brisas folclóricas (“El país de las manzanas”). Hay espíritus danzantes (“Juguete de Troya”). Y hay pulsos que sacuden más allá del baile. Hay blues que se vuelve rock. Y hay rock que se vuelve metal. Las definiciones no sirven si las épocas se confunden. No hay engaños. Y no hay clichés en la mezcla de estilos. Sólo una banda que se aleja de lo uniforme, que se desvía por su propio olfato.
LAS BODAS QUÍMICAS
Cada banda tiene su historia. Y su prehistoria, que también suele influir. Es el caso de Las Bodas Químicas: hay que examinar las dos décadas pasadas para comprender su origen. Es que tanto José Lavallen como Nicolás Daniluk integraron The Keruza, un grupo con bastante rodaje encima. Y lo de “rodaje” no es sólo por los casi 15 años que duraron, sino también por las rutas recorridas: de la Costa Atlántica a Rosario, de la Selva Lacandona de Chiapas (México) a Los Ángeles (EE.UU.). Además, en medio de esa epopeya, crearon Keruzones, subgrupo o proyecto paralelo que pulimentó el camino para el futuro trío que armarían con Andrés Tersoni.
Keruzones también fue un trío, aunque instrumental. Un ensamble elástico que se activaba por temporadas y tocaba sobre todo en la calle. Fue la banda para expandir fronteras y campos de juego: del blues al rock’n’roll, del surf al post punk, de lo africano a lo balcánico. Viajaron mucho: España, Alemania, Holanda. “Una locura hermosa”, resume José, que arrima el pasado al presente: “Después de tantas vivencias, de tanta entrega y amor por lo que hacemos, se dio naturalmente que Nico y yo quisiéramos seguir tocando juntos. Hacer música propia. La música que queríamos escuchar. De esas dos energías, The Keruza y Keruzones, nace Las Bodas Químicas”.
El debut homónimo de LBQ, que salió en 2012 por El Cuzco Records, contiene doce temas (incluyendo dos covers: uno de Pappo y otro de Yupanqui). La recepción fue muy favorable. Sergio Dawi, ex Redondos, sumó su saxo en los shows de presentación. Y una de sus canciones fue elegida por Roberto Pettinato para sonar como cortina de su programa radial durante 2014. Un año después compilaron inéditos, remixes y registros en vivo bajo el título de Tentempié. Ese disco de rarezas es el testimonio de lo que suele perderse entre un álbum y el que sigue. José: “Tocamos mucho en el medio, y el show en vivo ya era otra cosa. Eso nos encaminó a Juguete de Troya”. [Texto de Santiago Delucchi]
DISCOGRAFÍA:
Las Bodas Químicas (2012)
Tentempié (2015)
Juguete de Troya (2016)
LAS BODAS QUÍMICAS ES:
José Lavallén (Guitarra y Voz)
Nicolás Daniluk (Batería)
Andrés Tersoni (Bajo)
Lista de temas de "Juguete De Troya" (Independiente, 2016):
1. Compañero (3:57)
2. Camaleón (3:16)
3. Fácil y difícil (5:11)
4. Tres colores (4:37)
5. Juguete de Troya (4:18)
6. Acepto (4:12)
7. El país de las manzanas (3:01)
8. Pregúntese (3:59)
9. Loser de neón (4:15)
10. El mismo enemigo (3:05)
11. Rock para Johnny (3:44)
FICHA TÉCNICA:
Grabado en estudio El Cuzco.
Producción Artística: Ale Vázquez
Técnico de grabación: Mariano Marcos
Dr Drum: Enzo Gullo
Mastering: Edu Pereyra
Fotos: Victoria Schwindt
Arte y Diseño: Conde Constantino
El primer single de este discazo de Las Bodas Químicas es "Camaleón" - que está disponible para escucha y descarga en el SoundCloud de la banda!
https://soundcloud.com/lasbodasquimicas/camaleon-1
Para más informaciones sobre Las Bodas Químicas, por favor, no duden en contactarnos! Desde ya les agradecemos la difusión de este comunicado!
A la canción de rock se la puede explicar, decodificar, planear hasta el detalle. Pero nunca se sabe cómo resultará hasta que se deja escuchar. Su puesta en acción es elemental, donde sea: en una sala de ensayo, en un escenario, en un estudio de grabación. Es la misión estelar de toda banda, con su sonoridad, con su química, con sus cuerpos interactuando. A la canción de rock, entonces, hay que tocarla para saber qué pasa. Hay que vivirla, como una batalla, como un partido de fútbol. Con la estrategia sola no basta: ni para coronar un disco, ni para derribar Troya.
A esa gesta –de pensar la música sin coartar el nervio que la impulsa– se aferró Las Bodas Químicas, el trío que integran José Lavallen (voz y guitarra), Nicolás Daniluk (batería) y Andrés Tersoni (bajo). Y así le dieron forma y sentido a su nuevo álbum: Juguete de Troya. Once canciones que revelan la identidad de un grupo con ideas claras y energías certeras. Parece simple, pero no lo es: traducir en un disco lo que tres tipos son capaces de entregar en vivo. Para eso ajustaron engranajes y afirmaron decisiones. Se volvieron rotundos. Y aguardaron el momento justo.
Así, con más foco que tiempo, dieron con la clave del álbum: aprovechar su estímulo primigenio, ese que brota sobre el escenario, en beneficio de las canciones. Ellos lo describen como un proceso de “simplificación”, un trabajo que fue posible gracias a la labor del productor artístico: Ale Vázquez.
“Necesitábamos la visión completa de alguien que no fuera de la banda. Lo supimos de entrada. En el pasado nos habían aconsejado o asesorado parcialmente, pero esta vez era distinto: queríamos ser producidos con otra idea. Queríamos delegar y confiar al 100%.”
Vázquez asumió esa tarea. Reunía el historial: Massacre, Carajo, El Bordo. Y tenía el aval de Richard Coleman, que les dijo: “Me gusta trabajar con Ale, porque es capaz de escuchar música como lo hace cualquier persona, no sólo como lo hacen músicos, periodistas o entendidos”. José cuenta que la primera vez que el productor los vio no fue la mejor. “Vino a un show perdido, en una noche de lluvia, en el Salón Pueyrredón. Al toque terminó, le dijimos: ‘¿Te gustó? Porque hubo mal sonido, rollos con la batería que se desarmaba…’. Y él respondió: ‘Ya vi lo que tenía que ver. Laburemos juntos. Creo que son como dos trenes chocando: Sumo y Riff’.”
Tocar bien para sonar mejor. Concentrar el impacto. Depurar la descarga. Eso es lo que hizo Television cuando registró Marquee Moon. Y eso es lo que se escucha en Juguete de Troya. Se escucha a una banda que no necesita muchas horas de estudio para lograr semejante calidad de audio. Una banda que encontró la diferencia entre lo instantáneo y lo espontáneo. Una banda que perfeccionó su sonido, aunque ese perfeccionamiento no es otra cosa que la evidencia de su perfomance. Una grabación más corta. Y un trabajo previo, de ensayo y preparación, más largo.
José: “Este disco tenía que sonar más cercano al vivo de la banda, sin resignar nuestro gusto por el estudio de grabación. Hicimos unos demos y, con anticipación, encaramos a Ale, que comenzó a meterse en nuestra órbita diez meses antes de grabar. Hubo mucha preproducción, mucho tocar y tocar, muchas devoluciones”. Entonces todo –o casi todo– estaba resuelto de antemano. “Sólo dejamos algunas cositas sin resolver, adrede, para cerrar de forma fresca en el estudio”, completa.
El disco abre con “Compañero”, y enseguida se percibe la dinámica que destilan los mejores tríos. Es un sello que no se borra, aunque pasen los temas y varíen los climas. Batería y bajo maquinan velocidades y comulgan marchas compactas, de esas que se robustecen a cada paso. La guitarra disfruta del vértigo y ocupa espacios que parecían inhabitables: del rasgueo al arpegio, del riff al solo. Su planeo despeja nubarrones y pone al cielo en combustión. Y lo mejor es que nada –de todo lo que suena– está porque sí. Cada nota, cada arreglo y cada corte existen por algo.
De la fascinación por los cambios trata “Camaleón”: rock duro y áspero, al que pueden insertarle un oasis. Hay espíritu rutero, con pista para acelerar, de “Tres colores” a “Rock para Johnny”. Hay treguas a modo de balada (“Fácil y difícil”, “Loser de neón”). Hay brisas folclóricas (“El país de las manzanas”). Hay espíritus danzantes (“Juguete de Troya”). Y hay pulsos que sacuden más allá del baile. Hay blues que se vuelve rock. Y hay rock que se vuelve metal. Las definiciones no sirven si las épocas se confunden. No hay engaños. Y no hay clichés en la mezcla de estilos. Sólo una banda que se aleja de lo uniforme, que se desvía por su propio olfato.
LAS BODAS QUÍMICAS
Cada banda tiene su historia. Y su prehistoria, que también suele influir. Es el caso de Las Bodas Químicas: hay que examinar las dos décadas pasadas para comprender su origen. Es que tanto José Lavallen como Nicolás Daniluk integraron The Keruza, un grupo con bastante rodaje encima. Y lo de “rodaje” no es sólo por los casi 15 años que duraron, sino también por las rutas recorridas: de la Costa Atlántica a Rosario, de la Selva Lacandona de Chiapas (México) a Los Ángeles (EE.UU.). Además, en medio de esa epopeya, crearon Keruzones, subgrupo o proyecto paralelo que pulimentó el camino para el futuro trío que armarían con Andrés Tersoni.
Keruzones también fue un trío, aunque instrumental. Un ensamble elástico que se activaba por temporadas y tocaba sobre todo en la calle. Fue la banda para expandir fronteras y campos de juego: del blues al rock’n’roll, del surf al post punk, de lo africano a lo balcánico. Viajaron mucho: España, Alemania, Holanda. “Una locura hermosa”, resume José, que arrima el pasado al presente: “Después de tantas vivencias, de tanta entrega y amor por lo que hacemos, se dio naturalmente que Nico y yo quisiéramos seguir tocando juntos. Hacer música propia. La música que queríamos escuchar. De esas dos energías, The Keruza y Keruzones, nace Las Bodas Químicas”.
El debut homónimo de LBQ, que salió en 2012 por El Cuzco Records, contiene doce temas (incluyendo dos covers: uno de Pappo y otro de Yupanqui). La recepción fue muy favorable. Sergio Dawi, ex Redondos, sumó su saxo en los shows de presentación. Y una de sus canciones fue elegida por Roberto Pettinato para sonar como cortina de su programa radial durante 2014. Un año después compilaron inéditos, remixes y registros en vivo bajo el título de Tentempié. Ese disco de rarezas es el testimonio de lo que suele perderse entre un álbum y el que sigue. José: “Tocamos mucho en el medio, y el show en vivo ya era otra cosa. Eso nos encaminó a Juguete de Troya”. [Texto de Santiago Delucchi]
DISCOGRAFÍA:
Las Bodas Químicas (2012)
Tentempié (2015)
Juguete de Troya (2016)
LAS BODAS QUÍMICAS ES:
José Lavallén (Guitarra y Voz)
Nicolás Daniluk (Batería)
Andrés Tersoni (Bajo)
Lista de temas de "Juguete De Troya" (Independiente, 2016):
1. Compañero (3:57)
2. Camaleón (3:16)
3. Fácil y difícil (5:11)
4. Tres colores (4:37)
5. Juguete de Troya (4:18)
6. Acepto (4:12)
7. El país de las manzanas (3:01)
8. Pregúntese (3:59)
9. Loser de neón (4:15)
10. El mismo enemigo (3:05)
11. Rock para Johnny (3:44)
FICHA TÉCNICA:
Grabado en estudio El Cuzco.
Producción Artística: Ale Vázquez
Técnico de grabación: Mariano Marcos
Dr Drum: Enzo Gullo
Mastering: Edu Pereyra
Fotos: Victoria Schwindt
Arte y Diseño: Conde Constantino
El primer single de este discazo de Las Bodas Químicas es "Camaleón" - que está disponible para escucha y descarga en el SoundCloud de la banda!
https://soundcloud.com/lasbodasquimicas/camaleon-1
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